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CH-h: Yo Soy el Vacío Eterno

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YO: Lo recuerdo como si hubiera sido ayer… Toda mi familia me acompañó, pero en el camino hubo mucho silencio. Yo tenía 21 años, mejor dicho, había dado 21 vueltas al Sol. Al llegar las sacerdotisas me cubrieron con paños naranjas, el color del luto, el color de la regeneración. En aquella construcción frente al Lago de Habbadabtra, hoy llamado El Karum, me despojaron de todas mis cosas y ropajes, dejándome desnuda, me sumergieron en los piletones conectados al lago, y me dieron un baño. Pusieron ungüentos en mi piel, aceites con fuertes y ricos aromas, y arreglaron mi cabello con finas trenzas. Así, desde dentro del agua, me recibió el sumo sacerdote, con el rostro pintado de negro. Sus ojos resaltaban, claros, como un espectro al atardecer. En la puesta de sol, sus palabras aún resuenan en mí: “Buhub hishán” (ha llegado el tiempo de morir).


SOY: ¿Qué sentiste?


YO: Honor. Su mano izquierda se extendió hacia el poniente, como si tomase los últimos rayos del sol que comenzaba a tocar las aguas y reflejar hermosos colores en las suaves olas. Su otra mano, se puso sobre mi frente. Sus cantos y mantras hablaban de la liberación, de dejar ir algo para renacer algo nuevo. “Ñavoch-Chovña”, invocó al nombre del Divino, aquél que deja ir lo viejo para permitir ingresar lo nuevo. “Eh-buhub sör’es, Eh-vakhub sör’eu” (Deja morir a tu alma, Haz que despierte una nueva). “Nab-uresh erbak, ian Tob-urah esbak, sü-ku tep’enk inn-hai” (Bajo las sombras has caminado, para que puedas caminar sobre la luz, y ambas vivan en cada uno de tus pasos). Las sacerdotisas me entregaron la bebida sagrada, una especie de estupefaciente, que me permitiría viajar mejor a través del inframundo. Había culminado mi camino iniciático después de años de recorrido a lo largo del Nilo, tras pasar por cientos de pruebas, debía recorrer la última y más difícil de todas: morir. Enfrentar la muerte era el último de los grandes pasos de las sombras y la oscuridad del alma, en que debíamos aprender a soltarlo todo. En la cultura Khemul del Nilo Atlante, uno debía aprender a morir muchas veces en la vida, para comprender que la misma no era más que un viaje. La palabra Muerte se decía “Buhub”, que podría traducirse como “el camino que realizas de una casa a la otra”, teniendo en cuenta que al decirse igual de delante que de atrás, un palíndromo, este recorrido es constante y cíclico, un viaje eterno. Solíamos dar la bienvenida a los niños al nacer diciéndoles con amor y dulzura: “Waershu Hai-ti, atum Buhub-het” (Bienvenido a la Vida, camino hacia la Muerte). Del útero de la Madre al útero de la Tierra. Cada paso que diéramos luego, sería una práctica para morir. Cada 7 años debíamos revisar nuestra vida, y saber si estábamos listos para morir o no. La forma de saberlo, era practicando la muerte, revisando las emociones, los lazos, las dependencias, las creencias, los apegos. Tras realizar el camino iniciático, la prueba a los 21 años era nadar con los dioses. Habbadabtra era el Espejo hacia el más allá. En sus aguas se reflejaban las estrellas, y al navegar por ellas parecías estar navegando con los dioses en los cielos. Pero debajo de sus aguas se escondía el inframundo, regido por Sh’rabeb (Sobek), el Cocodrilo. La leyenda decía que el cocodrilo sólo te atacaría desde las profundidades del inframundo, al que hoy llamamos Subconsciente, si no eras capaz de estar en paz con tu alma, si algo en ti te pujaba con temor hacia la costa. En tanto yo me encontraba con la mitad del cuerpo en las aguas, a mi alrededor, en silencio, se encontraban todos aquellos que amaba, mi familia, mi marido, mis más cercanos. Debía mirar uno por uno en silencio, sin posibilidad de decir nada, ni un sólo gesto, tan sólo identificando aquello que me unía a ellos. Dónde estaban los lazos, y si los mismos me jalaban a la vida o me acompañaban a la muerte. Al finalizar con las miradas, la noche había llegado, y las estrellas lo cubrían todo. Anubis se oía en el desierto en las voces de los chacales, que llamaban a mi alma, reclamándola para el mundo interior de las sombras. Subí las escalinatas que separaban el piletón cuadrado del lago, y subí a la larga barca, donde dos sacerdotisas y el sumo sacerdote me acompañaban. Cuatro remeros comenzaron a pujar hacia el centro del lago, hacia un horizonte limpio cubierto por la noche. Yo no podía mirar atrás, no debía hacerlo. Mirar atrás sólo me traería problemas, demostraría que no estaba lista para enfrentarme a lo nuevo. Al llegar al centro del lago, comenzaba la parte más intensa: lanzarse al agua. Desnuda, sin ningún ropaje, nada, debía nadar con los dioses, flotando en el cielo. Sabiendo que debajo de mí estaba el reino del cocodrilo, que ante la más mínima duda, podrían oler mi miedo.


SOY: ¿Cocodrilos de verdad? 


YO: Sí, claro, un lago infestado de cocodrilos. Es la forma más directa de enfrentar al subconsciente, que despierta instantáneamente. Las sombras, la noche, el miedo, el apego, todo lo que nos aferra a la seguridad de la vida. Los peores pensamientos se cruzan por tu cabeza. El corazón se acelera, igual que la respiración, y todo se altera. Y necesitas permanecer en calma, en meditación, mirando las estrellas aunque sientas el escalofrío provocado por tu mente pensando en lo que pueda haber debajo del agua.


SOY: Una perfecta alegoría del subconsciente y el consciente hecho realidad.


YO: Pero lo logré… Llegué del otro lado. Y allí estaba el templo del Cocodrilo. Allí, cada 7 años, debíamos hacernos presentes para renovar nuestros votos con la existencia. Dentro, 7 pequeñas cámaras nos recibían, con el espacio justo para que nuestros cuerpos pudieran recostarse como si se tratase de nuestro velorio. Los acompañantes volvían a secarme, a ponerme los ungüentos, los perfumes, y descubrían la cámara correspondiente a la edad que poseía. Allí, recibía los cantos funerarios, allí me encontraba del otro lado del reino de los vivos, estaba en el inframundo, soñando despierta por lo que había bebido. “Eihai emgor lanli shu?” (¿Deseas volver a la Vida?), me preguntaron en un momento. Dudé por un instante, pero recuerdo que mi respuesta fue “Ahai-ti” (Estoy en la Vida). “Amma hai-hah” (pues Yo Soy la Vida Eterna). A lo que el sacerdote respondió: “Aeyeh” (que así sea). Regresamos en la barca, y esta vez, nuevamente sin ropas sobre mí más que un fino y traslúcido velo atado por un bello collar colorido de alas sobre mi pecho, flameando con sutileza desde mis hombros hasta mis pies, llegué nuevamente a la costa de los vivos, firme de pie en la proa de la barca mirando al horizonte, donde mis seres queridos me recibieron habiéndome esperado por horas del otro lado hasta el amanecer. Los primeros rayos de luz se dejaban ver decorando el cielo y tiñendo de rojizos los montes y el lago. Colores dorados envolvían nuestros cuerpos minuto a minuto. Y entonces el sacerdote me recordó la última parte de la prueba: “Eu’hai-ti Eh-nam, yor namis aus haibh-wan” (Nómbrate en tu nueva vida, pues tu nombre será su canto de celebración). Y con todas mis fuerzas, desde el profundo corazón, cambié al fin mi nombre, otorgándome una nueva vibración que me despertaría de las tinieblas para resonar con mi alma renovada: “Shï-si Uha’say-w” (La sonrisa que transforma al mundo desde el origen).


SOY: …Shiw…


YO: Y desde entonces, Shiw fue mi nombre.


SOY: Muerte y Resurrección.


YO: Aquella vez en 2016 cuando vinimos a Egipto a realizar el primer viaje Khem 999, días antes le dije a Ahmed, nuestro guía, que necesitaba volver al sitio donde había tantas veces practicado morir. Tras horas vagando por caminos de tierra en el desierto, en una geografía muy diferente a la que recuerdo, lo encontré. Allí, en medio de la nada, apartado del lago por kilómetros, ya que por las sequías de los últimos milenios el gran Habbadabtra se redujo en un 70% seguramente, se encontraba lo que hoy llaman “Templo de las Perlas”. Al ingresar fue como enfrentar muchas muertes, fue como volver a morir. Me di cuenta que recordaba muchas muertes, en muchas vidas, y que todas ellas me habían dejado ahora la claridad de que nos llevamos al otro lado todo aquello a lo que nos apegamos, y es justamente lo mismo lo que nos empuja a permanecer viviendo en el pasado. Las emociones, los amores, son como un ancla… Morir duele por ello, pero es una liberación para el Ser.


SOY: La muerte es el regalo universal más despreciado por los vivos. La muerte es un concepto físico que ayuda a la energía a liberarse y adaptarse a nuevas formas y realidades. El cosmos es un conjunto de vibraciones moviéndose como ondas. Cada movimiento convexo es un momento de integración, de ir adentro, de soltar, de morir. Cada movimiento cóncavo es un momento de expresión, de ir hacia afuera, de manifestar y vivir. Lo que un humano ve como vida y muerte, el universo lo ve como una simple ola. Así, un oleaje es la vida eterna, de encarnación a encarnación, viviendo distintas realidades según las distintas frecuencias, y cada ola condicionará con su fuerza a la siguiente. En el universo, todo es un continuo, no hay separación, la vida y la muerte no son más que una ilusión desde el ojo distorsionado y limitado. Cada día naces al despertar y mueres al dormir. Cuando haces consciente el sueño de cada noche con la muerte de cada vida, te darás cuenta de que cada día de tu vida es una práctica para la siguiente. Allí entenderás que lo que no resuelvas hoy, deberás resolverlo en la siguiente, y que según cómo duermas, con qué información o emociones vayas a dormir, tus sueños estarán relacionados a ello, determinando tus sueños o pesadillas, lo que llamarás Cielo o Infierno. La muerte es soltar el control de la limitación para ingresar a la libertad de la expansión, en la mente y la imaginación, donde no hay límites


YO: La muerte es uno de los temas más difíciles de afrontar siendo un ser vivo, pues toda nuestra biología fue diseñada para sobrevivir y permanecer en la vida el mayor tiempo posible, es decir que, aceptando la muerte es casi ir en contra de todos los patrones construidos por nuestro cuerpo y subconsciente durante milenios, durante millones de años.


SOY: Por ello la muerte está relacionada a todas las bases del subconsciente humano y animal. En la construcción del ser, la lucha por la supervivencia hizo del miedo, la angustia, el terror, la batalla, la ira, herramientas de la vida para defenderse de la muerte. La construcción orgánica, pues, se fundamenta en la negación a la muerte. El cuerpo físico es un ser construido principalmente por patrones que buscan rechazar la muerte, y es lo lógico, pues el diseño se manifestó con la voluntad de dar todas las posibilidades existentes a un ser de experimentar lo que más pueda. Por ello los cuerpos se fueron limitando cada vez más, para permitir mayor capacidad de liberación de dichos patrones. Dejar ir es tan difícil, que el mismo sistema nos fuerza a dejar ir mediante el concepto de la muerte física. Pero por otro lado tenemos la muerte del alma emocional, relacionada a los traumas y la noche oscura del alma. Las almas también mueren, aunque tardan vidas en hacerlo.


YO: ¿Cómo sucede esto?


SOY: El alma es energía, y la energía se transforma. Cuando tiene energía limitada y rígida, como un cuerpo, la energía se ve forzada a transformarse más rápido, pero cuando es más distendida y sutil, puede tardar milenios en transformarse.


YO: Esto explica por qué podemos vivir tantas vidas repitiendo las mismas historias y sintiendo las mismas emociones…


SOY: Exacto. El alma se aferra a las emociones y las historias como el cuerpo se aferra a la vida que está experimentando. La muerte, pues, es el concepto de la onda convexa que nos despoja de esos apegos y nos obliga a transformarnos para poder seguir avanzando.


YO: Aunque duela, la muerte es una liberación. De eso iba toda nuestra educación hace 12000 años, de entender que debíamos sonreír a la muerte, y que al morir arrastraríamos lo que somos hoy con nosotros, por ello debíamos trabajar tanto en nuestro ser, para poder llegar coherentes a la hora de partir de este plano hacia el siguiente.


SOY: El cuerpo no quiere soltar, y por ello necesita mucha educación. Hay que identificar cuáles son los placeres y deseos más adictivos que pueden poseer. A qué emociones sois adictos en vuestras vidas. Por ello este mes de Escorpio hemos tratado de sumergirnos en ese subconsciente de cocodrilos, para enfrentarnos a nuestros deseos, apegos, creencias, sombras, dolores, todo lo que arrastramos oculto dentro de nuestro interior y que sólo nos hace esclavos a la hora de nuestra muerte. Como aquel esclavo en la Alegoría de la Caverna de Platón, volverá una y otra vez a ver las mismas sombras por miedo a enfrentarse a la luz y la verdad.


YO: En mi familia la muerte estuvo siempre muy presente. La hermana de mi abuelo, mi tía Olga, me hablaba todo el tiempo del momento en que ella moriría. Mi abuelo hacía bromas constantemente de que moría de un infarto, hasta que un día fue de verdad. Mi abuela me hablaba siempre de cómo quería ser cremada y depositada, y con mi madre siempre visitamos las tumbas de nuestros ancestros. Aún así, todavía me duele el hecho de la pérdida física. ¿Cómo se realiza un duelo?


SOY: Por más que el cuerpo de una persona haya entrado en el camino convexo de la onda de vibración universal, la esencia de esa persona en realidad se expande hacia todos los cuerpos vivos, despertando su vida en las células de aquellos conectados a su genética. El ser nunca muere, sólo ha transformado la forma en que se expresa. Así, el duelo se realiza vivenciando lo que a esa persona le hace feliz, cumpliendo algunas de sus voluntades, pues ahora les vivirá a través de ti.


YO: Por eso las almas en pena suelen decir que tienen asuntos sin resolver, y piden a los vivos que las realicen en su nombre. Energéticamente sería que siguen viviendo en este mundo pero sin la capacidad de manifestar, por lo que necesitan de cuerpos para cerrar sus ciclos.


SOY: Piénsalo de esta manera. Tu abuela, ¿por qué murió?


YO: Murió de cáncer de ovarios que afectó sobre todo al útero, y al hacerse la quimioterapia, ésta afectó a sus intestinos. Mi abuela tenía dolor por mi abuelo, quien decidió dejarse morir y nos dejó sin casa. Nuestra casa de toda la vida, siempre creímos que era nuestra, pero no, era de los 5 hermanos, contando a mi abuelo. Se la prestaron, pero él nunca dijo eso. Al morir a sus 52 años de diabetes, nos enteramos que la casa no era nuestra, y la frase de mi abuela hasta sus últimos momentos fue: “ni un ladrillo me dejó”. El dolor del abandono de mi abuelo y el que nos haya dejado sin nada, hizo que su útero, que representa el hogar, se enfermara. No logrando procesar la rabia y la frustración, se dejó caer. Mi abuela era la persona más enérgica que conocí, iba a hacerse la quimio en bicicleta, ella sola. Y decayó muy rápido. Mi conexión, vínculo con ella era de los más fuertes, y estuve a su lado todo lo que pude. Sabía que moriría, y por ello construí un portal bajo su cama del hospital, y la decoré con muchos colores y risas. Le tocaba música, le hablaba del perdón, del soltar, y que cuando se fuera, aún así seguiría allí, y podríamos sentirnos. Le dije que en el momento de irse debía soltar el dolor y la angustia por lo que el abuelo y los hombres le hicieron. Le costaba mucho. El día que falleció, yo no estaba, y sigo reprochándomelo. No estaba porque me fui a hacer un viaje, el Camino del Dragón, un camino que al final perdió todo el sentido… Podría haberme quedado, sólo dos semanas más habrían bastado para haber podido acompañarla a cruzar del otro lado…


SOY: Lo hiciste, la preparaste bien… Pero si estabas allí, no lo habría hecho, se habría aferrado a ti… Tú hiciste lo que ella buscaba hacer: viajar, moverse, salir, tomar impulso, energía, activar la Kundalini como lo hizo siempre en su vida de fuegos.


YO: No lo había visto así antes… Es verdad…


SOY: En tus acciones, ascendió, pues es en tu actividad donde ella encontraba reposo. Como te he dicho, aquellos que trascienden encuentran la realización en los que aún viven, pues siguen vivos y expandidos en los vínculos. Ella se movía, y para ayudarle, necesitabas moverte. Subiste con su espíritu y alma la espina dorsal de la Gran Mujer, por Chile y Argentina, y ese fue el inicio del duelo.


YO: Hasta que volví, y pude cumplir con lo que había deseado… Poner sus cenizas en su pueblo natal, sembrada en un árbol para resurgir con vida al mundo, un árbol sembrado por sus hijas y nietos.


SOY: Y en cada acción vive. Así es que se liberaron las tensiones de la familia, así es que lograste tener la casa, y encontrar estabilidad. Tu abuela está viviendo todo ello a través de vosotros…


YO: Gracias… Uf… Siento… Lágrimas al fin, en mis ojos, en mi rostro… Nada me pudo hacer llorar este mes de Escorpio, pero al fin ha llegado… Liberación de las sombras… De la culpa… He vivido muchas muertes en mis vidas, propias y ajenas, y aún así, la muerte sigue siendo causa de la mayor de las angustias…


SOY: Pues todos somos uno, y cuando una parte de nosotros desciende, una parte de todos desciende, y si no eres consciente de ello, serás arrastrado hacia el abismo. Cuando tu tarea es vivir, e impulsar a los muertos a recordar que la Vida es Eterna.


YO: La Eternidad… Todo es eterno, nunca se termina, la muerte no es el final, es la transformación de la materia, la liberación de toda sombra… Es salir de la Caverna y ver la Luz al final del túnel.


SOY: Y cuando logres ver la luz del sol con atención verás que tu cerebro y visión encuentran en su centro un punto negro, que absorbe toda la luz, llevándote a la máxima consciencia divina, donde todo coexiste en armonía, en el mundo de las ideas.


YO: …El Vacío…


SOY: El Vacío Eterno, donde todas las sombras de la materia, donde toda distorsión de la luz, encuentran su sentido, su lógica, donde toda la presión sobre ti sólo despierta el diamante que eres, donde toda baja emoción es el combustible de tu ser, donde cada idea negativa es una nueva perspectiva para resolver una crisis. En el Vacío lo oscuro toma claridad, en el Vacío, descansas de deambular errante por los senderos de la existencia, penduleando en la polaridad. En el Vacío encuentras la Paz…


YO: Por ello la gran prueba es enfrentar la Muerte…


SOY: La muerte es la práctica máxima del Vacío, es un recordatorio que nos avisa que podemos ser libres de nuestra propia creación, y que podemos vivir el sueño que deseamos.


YO: Vivir la experiencia propia o ajena de la muerte, es la capacidad de despertar la consciencia de que somos eternos y sutiles, de que vivimos en un sueño, y que al morir sólo despertamos en la expansión de la existencia.


SOY: Mañana comienza ese viaje por la existencia, para recordar la magia de lo que has creado para ti, pero antes debes soltar todo lo que te pesa en el Subconsciente… Entonces… Este mes ha sido tu Habbadabtra, has atravesado el lago de cocodrilos, te has recostado en tu lecho de muerte, has visto tus miedos y tus sombras, para comenzar a ver nuevamente el amanecer. Pero antes, debes preguntarte: “¿Estás listo para Morir?”.


YO: …Sí… Lo estoy, ahora lo estoy…


SOY: Sumérgete en el barro pues, no luches por respirar un aire pasado lleno de sombras tóxicas para tu alma. Entiérrate bajo el Árbol de la Vida, y deja que tu semilla germine.


YO: Yo Soy el Vacío Eterno, y en el sueño de la Muerte, es que puedo resurgir y crear la Vida.


SOY: …Descansa en Paz…

TAREA

EN BREVE

CÓDIGO

TRASCENDENCIA CONSCIENTE= Entonces, me dejo morir. Morir en vida es reconocer conscientemente que nada soy yo, y por ende nada existe, y todo lo que yo he hecho, es para el Todo. Así, cedo, heredo cada sentimiento, acción en cada tiempo y en cada espacio, sabiendo que retornará a mí de una u otra manera en tanto me libero de la percepción. Soy Libre, y por ello puedo reencontrarme con el fuuro, la trascendencia del ser que soy para convertirme en uno superador.
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